Recuerdo que llovía con tanta abundancia sobre la peatonal, que a duras penas podía verse la siguiente cuadra. Los sumideros en medio de la calle no alcanzabn a devorar todo lo que recibían y lo expulsaban hacia arriba en grandes e intermitentes chorros de agua.
La gente se resguardaba de pie en la entrada de los negocios mirando hacia el cielo y después a los costados, como quien calcula las posibilidades que amaine, al menos por un momento como para correr hasta el próximo comercio.
Rostros curiosos me observan pasar con cierta intriga, Debo ser uno de los tantos turista que transita por la calle Florida o un loco para caminar debajo de esa cortina de agua sin paraguas. Pero tengo un horario que cumplir, no me puedo detener a esperar.
Me molesta el estómago, no estoy seguro si son nervios o simplemente el peso de un día que lleva más de diez mil horas sobre la espalda. Es igual, tampoco me importa, debo avanzar.
Para cuando llego, no tengo hambre ni fuerzas. El viejo motor consumió todas las reservas, y me quede sin aceite a mitad de la cuesta. Lo único que se percibe es el sonido que produce el metal sin lubricar y el olor del acero caliente.
Y entonces te encuentro, casi de casualidad en una calle que no recuerdo el nombre. Conversamos como en los viejos tiempos, y no se nota que hayan pasado años desde la última vez.
Quizás es tu sentido del humor, o la manera de decir las cosas, pero en ese momento somos vos y yo otra vez. Sonreis, bromeas y sin titubear nos vamos a cenar.
El lugar es pequeño pero cálido, hay bastante gente. No encontramos mesa para los dos pero pronto se hace un espacio y allá nos sentamos. Tenemos tantas ganas de ponernos al día, que ni siquiera nos preocupamos cuando se cae al suelo un plato y se rompe en pedazos.
Hablamos con las miradas, las pausas y los silencios. Una piel que mantuvimos intacta desde el primer día.
Dios, que ganas tenía de verte, de volver a escucharte, de saber como estas.
Las caras nos venden. No hace falta que termines tu pregunta ni yo que la conteste. Quedamos en volver a vernos pronto y por un momento estoy en paz.
Un instante después, me despierto.
FIN